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Autoerotismo
Si bien la completud se da en el encuentro libre entre dos seres
humanos, el autoerotismo forma parte de la sexualidad.
El yo erótico
Durante mucho tiempo se ha negado a los seres humanos la posibilidad
de la autosatisfacción sexual por considerarla impropia
y hasta "pecaminosa". Esta inhibición proviene
de la visión del sexo como un mero mecanismo de reproducción,
sin advertir los aspectos comunicativos y placenteros de la
sexualidad. Si bien la completud sexual se da en el encuentro
libre entre dos personas, el autoerotismo constituye una parte
importante de la sexualidad humana. Pero, ¿qué
diferencia existe entre el autoerotismo y la masturbación?
La masturbación constituye una acción física,
mecánica, por la cual la persona logra placer sexual
sobre su propio cuerpo, existiendo una gran variedad de prácticas
usadas para lograrlo.
El autoerotismo engloba a la masturbación y es más
amplio y rico en contenidos. Consiste en un universo de posibilidades
por las cuales la persona se transforma en objeto de deseo
y placer para sí misma, y como esencial preparación
para la seducción y el encuentro sexual con una pareja.
En su faz de autoplacer, podría ser definido como el
"alma" de la masturbación, imprimiendo a
la actividad masturbatoria un contenido erótico formado
por las fantasías más adecuadas para motivar
la excitación y la consecución del placer. En
ese sentido, la riqueza de las motivaciones es tan amplia
que no podríamos abarcarla. Si bien existen símbolos
de indudable universalidad, cada persona, mediante asociaciones
construidas a lo largo de su vida, puede despertar el erotismo
con sus propios y particulares recursos.
En su faz de preparación para el encuentro con el otro,
el autoerotismo brinda recursos que no todos saben aprovechar.
Desde la inicial seducción -y la re-seducción
continua que mantiene unidas a las parejas- hasta la llegada
del orgasmo, la persona está usando sus recursos eróticos.
Muchos de los problemas sexuales de las parejas se fundan
precisamente en un escaso conocimiento del propio cuerpo e
insuficiente exploración de las propias posibilidades
de erotización.
El autoerotismo es, además, una posible vía
de solución de problemas como la anorgasmia en la mujer,
o la impotencia y la eyaculación precoz en el hombre.
Sin la presión de la presencia del otro, la persona
con estos problemas puede muchas veces experimentar su sexualidad
paso a paso, y prepararse para futuros encuentros.
Educar para el erotismo
En un mundo que ha llegado a banalizar lo erótico hasta
convertirlo en mera pornografía, educar a los niños
y jóvenes para un redescubrimiento de los valores del
amor erótico es una necesidad urgente.
El primer contenido de esa educación debería
ser la valorización y el aprecio por el propio cuerpo
y su bienestar. Eso llevará a la revalorización
de los demás cuerpos como un "otro" que merece
también respeto y admiración. En ese sentido,
la realidad familiar y las imágenes que de ella guarde
la persona son fundamentales para la construcción de
una idea del cuerpo propio y el de la pareja. De acuerdo con
ella, ese cuerpo puede ser la sede del placer o del rechazo,
del amor o de la violencia.
En segundo lugar, debemos dar al niño una educación
para el placer. En general, la enseñanza es admonitoria
con respecto al goce, haciendo hincapié sólo
en los aspectos de "privación", de "responsabilidad",
de "abstención y de "riesgo". La visión
de los polos placer-dolor sólo desde el punto de vista
moral ha hecho que durante siglos las personas tuvieran graves
problemas para insertar sus necesidades eróticas en
la vida cotidiana y sus relaciones sociales.
El anterior punto se complementa con la noción de respeto
y libertad. No hay goce lícito sin los límites
del respeto por el propio cuerpo y por los demás, como
seres libres e independientes. En ese sentido, tanto la familia
como las instituciones educativas deben tender a la imagen
de la persona como un sujeto, y no como objeto de las necesidades
de otros. Abusos, violaciones y maltrato provienen, en parte,
de esta falencia.
Educar para el autoerotismo significa, además, propiciar
el valor del pudor. Este no debe ser entendido como vergüenza
del propio cuerpo, de la desnudez y de las relaciones corporales,
sino como la necesaria condición de intimidad que debe
preservar a la faz erótica de la persona y las parejas.
La exposición obscena de lo erótico de la cual
es testigo la sociedad actual, lejos de acrecentar la libertad
y la felicidad sexual, rebajan al erotismo a una actividad
sin encanto, sin misterio.
Por último, debemos reconocer que para poder educar
en el erotismo necesitamos primero superar nuestros propios
tabúes y limitaciones con respecto a lo sexual. Difícilmente
una persona que no desarrolle su autoerotismo podrá
gozar de la sexualidad y, mucho menos, educar a otros en ese
campo.
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